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El Eixample lo forman varias zonas con identidad propia y diferente forma de vivir. Así, encontrarás calles con un estilo arquitectónico clásico o modernista y barrios tan distintos como la Sagrada Familia y Sant Antoni.

Xavi García Vallejo |

Si algo os tuviera que destacar serían sus calles, las de cada uno de esos barrios, que nada tienen que ver con las de otros de Barcelona. En cada uno de estos existe un sinfín de tiendas diferentes entre sí, de cafés con personalidad, de restaurantes ‘de autor’, de quioscos repletos de prensa, de farmacias y de estancos, y ello lo llena de vida. Pero lo mejor de todo es el invento inimitable de los chaflanes, lugares que permiten parar y hablar a la gente. Algo que no os obsequiará ningún otro barrio o distrito.

Realmente esto es algo que diseñó y construyó la propia ciudad, sin respetar lo que el Plan Cerdà tenía pensado para ella. De otro modo, las interminables líneas de casa y comercios que hoy decoran sus calles, no existirían. En cada ‘manzana’ solo se habrían edificado dos lados, y el Eixample sería una especie de urbanización ajardinada, eso sí llena de una agradable calma. Se convertiría en un espacio a medio habitar que dejaría a Barcelona sin su simbólico y transitado centro.

Por suerte, la idea de Cerdà no triunfó tal y como fue pensada. Por suerte, los nervios y las venas que hoy dibuja su geografía la transmiten la vitalidad que la hace diferente a un diseño sobre papel.


Orígenes

La Barcelona moderna nació con el Eixample, fruto del proyecto urbanístico de Ildefons Cerdà, pero también de uno de los momentos más esplendorosos de la historia de la ciudad que lo convirtieron en motor de la Cataluña contemporánea y lo hicieron romper con su pasado medieval.

Todo comenzó en la década de 1820 que trajo consigo la plantación de árboles a ambos lados de la carretera que unía Barcelona con la Vila de Gràcia desde el Portal del Ángel. De este modo surgió el Passeig de Gracia, una avenida para paseantes. Alrededor del paseo se fueron construyendo también merenderos y teatros al aire libre que aliviaron la superpoblada Barcelona de la época.

Fue en la década de 1850 cuando se hizo derribar las murallas medievales para acabar convocando un concurso con el objetivo de urbanizar el Eixample (Ensanche), nueva zona de influencia urbana.

En 1869, y siguiendo el proyecto de Ildefons Cerdà, se construyó bajo un nuevo concepto caracterizado por una cuadrícula de calles anchas con intersecciones romboidales formadas por esquinas en chaflán. Las construcciones continuaron hasta bien entrado el S. XX. Las familias burguesas acomodadas adquirieron los solares mejor situados a lo largo del Passeig de Gracia y sus proximidades, para levantar sus singulares mansiones en estilo modernista.

Los dos Eixamples

Por la gran extensión que ocupa el Eixample es, a su manera, una pequeña ciudad en sí misma. Nada tiene que ver la Derecha del Eixample, con la Izquierda, Sant Antoni o incluso la Sagrada Familia.

La Derecha del Eixample se extiende en dirección al noreste desde el Passeig de Gràcia y hasta el Passeig de Sant Joan, ofreciendo a la ciudad una buena porción de su suelo más cotizado. Los pisos del Passeig de Gràcia pueden costar varios millones de euros. Pero más allá de este paseo pierden algo de categoría, e incluso los alrededores de la Sagrada Familia llegan a constituir un barrio propio.

Al otro lado, la Izquierda del Eixample discurre hacia el suroeste desde el Passeig de Gràcia, con varias zonas de diversa personalidad. Podríamos decir que hasta la calle Aribau el suelo también es muy valorado por sus habitantes. Y así se cierra un espacio encuadrado entre la calle Aribau, el Passeig de Sant Joan, la Avinguda Diagonal y la Ronda de Sant Pere, que se ha denominado desde principios del S. XX el Quadrat d’Or (Cuadrado de Oro).

El Quadrat d’Or es una zona repleta de tiendas selectas que venden todo tipo de artículos, desde muebles a ropa de diseño, desde zapatos a complementos de moda, desde libros a accesorios para el hogar. Cualquier aventura para hacer compras debe comenzar por sus dos avenidas principales: el Passeig de Gracia, que reúne las más exclusivas firmas internacionales junto a los más selectos comercios de aquí. Paralela y contigua encontramos la Rambla de Cataluña. Es una avenida arbolada, mucho más atractiva y de menos tráfico, que permite pasear relajadamente o disfrutar de un café o una cena al aire libre.

Sin embargo, más allá de esos dos paseos, el Eixample también se extiende con otras identidades.

Por un lado la fabulosa Sagrada Familia y el barrio que a su alrededor late entre la vida comercial y la arquitectura modernista.

Por otro un nuevo valor en alza, el Mercat de Sant Antoni y las calles que lo rodean para darle entidad propia a sus nuevos habitantes, un tesoro en plena transformación que nadie debería perder de vista.

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