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Si llegas a Barcelona un 23 de abril y ves a todos los hombres portando rosas, y a las mujeres comprando libros, no pienses que los catalanes han perdido el uso de la razón, es que están celebrando el día de Sant Jordi, una festividad antiquísima que entrelaza Cultura y Amor, pues los libros y las rosas son los protagonistas de esta celebración. La tradición consiste en que mujeres y hombres se intercambian rosas por libros.Imagen

El Día de Sant Jordi, patrón de Cataluña, es una fiesta que con los años ha adquirido un tono reivindicativo de la cultura catalana. Por eso, muchos balcones de la ciudad se engalanan con la senyera, como sucede en otras fechas señaladas del país.

Por Sant Jordi es habitual encontrar libros en todas las lenguas que se hablan en Cataluña, pero hay muchos puestos especializadas en el libro en catalán, porque se considera un día de promoción y defensa de la cultura y la lengua catalanas

Desde el primer tercio del siglo XX, el Día de Sant Jordi es una jornada que tiene el libro como protagonista. Los puestos se extienden sobre todo en La Rambla y el paseo de Gràcia, pero también en las plazas y calles de los alrededores y en los lugares más transitados de cada barrio. Es un día en el que los lectores aprovechan para adquirir novedades o para intercambiar impresiones de lectura con los escritores, que a menudo son invitados a diferentes puestos para firmar libros y recitar fragmentos de las obras, entre otras tareas de promoción.

Origen de la leyenda de Sant Jordi

Etimológicamente Jordi procede de la palabra Georgius y significa ‘terraza’, ‘campesino que trabaja la tierra’. Según el martirologio, era un soldado romano que abrazó la fe cristiana y por este motivo el emperador Diocleciano lo martirizó en el año 303. Algunas versiones explican que el martirio duró siete años, y también que resucitó varias veces hasta que oyó una voz que lo llamaba hacia el cielo justo en el momento en que lo decapitaron.

La leyenda que conocemos popularmente es posterior a todos estos hechos y data del siglo XIII. La difundió Jacobo de la Voragine en la Leyenda aurea, aunque probablemente la recogió de tradición oral anterior. 

Aunque de la Voragine localiza la leyenda de Sant Jordi y el dragón en Silene (Libia), en Cataluña la leyenda tiene un carácter propio, con elementos y con localización propios. Hay que aclarar que el relato en esencia es igual en todas partes: un dragón tiene confinada una población que se ve obligada a dar su ganado para alimentarlo hasta que se acaba y tienen que dar las doncellas para saciar a la bestia. Llegados a este punto, y por sorteo, le toca a la única hija del rey ser el siguiente bocado del dragón. El rey, que evidentemente no quiere que el dragón devore a la muchacha, hace un llamamiento con el fin de que quien mate al dragón tendrá la mano de la princesa. Aparece un apuesto caballero y plantea, según la Leyenda aurea, que tanto el rey como sus vasallos tendrán que convertirse y bautizarse si mata al dragón. Entran en combate y con un golpe de espada degüella al dragón.

En Cataluña, la leyenda presenta algunos matices interesantes que se han de tener en cuenta. El primero es la localización, ya que nuestro relato no sucede en Silene, sino en Montblanc, y en algunas versiones, en Rocallaura. Y el segundo matiz es que nuestra tradición oral explica que una vez muerto el dragón, las gotas de sangre que llegaban al suelo se convirtieron en un rosal que florecía y del que el caballero arrancó la flor más hermosa para obsequiar a la princesa antes de desaparecer.

Con información del Ayuntamiento de Barcelona. 

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